lunes, 15 de diciembre de 2014

El Dióxido de Carbono en la Atmósfera


  Muy probablemente, la idea que tengas del Dióxido de Carbono (CO2) es la de un gas contaminante y nocivo para la vida humana, responsable del temido efecto invernadero que nos llevará a la extinción. Pues bien, borra esa imagen de tu cabeza, pues son muchas las mentiras y errores escritos y hablados respecto a ello.

  Como ya mencionamos en una entrada anterior, el CO2 es uno de los componentes variables de la atmósfera. La cantidad de éste presenta una variación espacio-temporal, dependiente de varios factores. Por ejemplo, la cantidad de este gas en el aire es menor durante el día que durante la noche, o mayor sobre los continentes que sobre los océanos. Igualmente, también varía de forma estacional. Todo ello se muestra de forma fantástica en el siguiente vídeo de la NASA.


  Si bien es cierto que se trata de un gas que puede ser producido en procesos artificiales (industria, vehículos, calefacciones, incendios...), el CO2 se encuentra también presente en la atmósfera de forma natural. Por ejemplo, puede entrar en la atmósfera desde la corteza terrestre a partir de fenómenos geotérmicos, o ser liberado durante la oxidación de compuestos orgánicos y en la respiración de algunos organismos.

  A pesar de su pequeño contenido, el papel del CO2 en los procesos atmosféricos es de vital importancia. Es uno de los gases de "efecto invernadero" (que ya explicaremos más detenidamente en futuras entradas), receptor y emisor de radiaciones de onda del mismo orden que las emitidas por el suelo terrestre. Es decir, estos gases retienen la energía que el suelo emite, devolviendo una parte de ella a la superficie. De no existir este proceso, la temperatura de la Tierra sería mucho menor, dificultando la presencia humana (y de muchos animales y plantas) en este planeta.

  Además, debemos tener presente que el CO2 es imprescindible para el desarrollo de la vida vegetal. Lo que sí resultará peligroso es el exceso de éste y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera, lo cual podría traducirse en un aumento de la temperatura. Y, desafortunadamente, esta es la tendencia continua que se ha dado en los últimos años: si antes de 1900 el contenido medio de CO2 en el aire se estimó en 292 cm3/m3, las medidas realizadas a comienzos del siglo XXI daban valores superiores a los 370 cm3/m3

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